Durante gran parte de la historia, las mujeres hemos vivido en una sociedad desigual en la que no se nos ha respetado, considerado, ni valorado. Sin embargo, esto no siempre fue así.
La Fortaleza, la independencia, la determinación eran algunas de las cualidades que para el sistema comenzaron a ser peligrosas, y había que silenciarlas: por tanto, se consideraron INDESEABLES.
Surge así una estructura controladora, alimentada por el ego, ambiciosa, obsesionada por el poder y por imponerse desde su supremacía aplastante desconectada de la naturaleza y todos sus reinos.

La mujer comenzó a vivirse de forma anónima, algunas en sumisión y subordinación, otras en la oscuridad del misterio y la medicina. Empezó a desconfiar de su entorno, incluso de sus pares, de otras mujeres. Se habló de envidia, de competitividad, de traición.
Sin embargo, siempre, tarde o temprano, todo vuelve su orden establecido y natural. El sistema patriarcal no ha podido aplastar totalmente la fuerza de la mujer.

No ha logrado quemarla, ahogarla, asfixiarla, ni matarla, porque en cada muerte, una mujer RENACE con mayor poder aún, y lo hace volviendo a la vida en otro cuerpo diferente, y lo hace llevando en su corazón las historias de todas sus ancestras para re-significar sus vidas en su propia vida en conexión con la abundancia y prosperidad